Bienvenido

Hola a todos los lectores fantasmas; anteriormente este blog estaba dedicado a otros fines, pero a sabiendas de que una vez lanzado el proyecto nadie colaboró, y todo se fue llenando de cosas personales, entonces he cambiado la bienvenida. Ahora ago una explícita invitación: a la lectura de mis desgracias literarias, que a uno que otro han gustado y, de igual manera a la colaboración por medio de cometarios sobre las burradas que puedo poner.

Sin más que decir, les deseo que estén bien a todos, y que distribuyan el link si les ha gustado lo que encuentran aquí

sábado, 30 de agosto de 2008

TU RESPUESTA ES parte 2

Vaya tesoro raro que había encontrado, imaginaba las posibilidades de que estas cosas -las de la eterna juventud- fueran reales, todo lo que podría empezar a hacer sabiendo que no envejecería nunca, y había algo extra que se ponía como cereza en la cima del helado, una deliciosa cereza que trataba acerca de la imposibilidad de morir, porque cabe resaltar que el escrito podía dividirse en dos vertientes complementarias: por un lado se encontraba el secreto de la eterna juventud –unas cuatro páginas más o menos- y por el otro la inmortalidad del cuerpo –unas tres páginas-. Eso resultaba genial en todos los aspectos, sencillamente no tenía ningún tipo de belleza comparable con nada, no era el retrato de Dorian Gray que envejecía en el lugar de su dueño, ni la no-muerte sufriendo los estragos del tiempo, sino ambas, una mezcla perfecta de inmortalidad como la que se podía presentar en cualquier tipo de divinidad antigua, y todo se encontraba al alcance de mis mortales manos.

Obviamente la idea era de lo más tentadora, sin embargo existía un pequeño detalle que podía complicar el asunto: era simplemente un libro, algo que podía ser fantasía con mucha facilidad y más aún cuando se encontraba clasificado dentro de un género literario propio de lo irreal, bien podría ser un escrito al estilo Borges en que se mezclara la realidad con la ficción hasta algún punto en el que no se pudiera distinguir entre ambas. Pero la idea de que fuera real era mayor que las contradicciones que pudiera presentar o mejor dicho los contras que le pudiera encontrar cualquier persona.

Tomé –o mejor dicho arranqué- las hojas que contenían estos lingotes de oro literario de su morada dentro de un libro que se encontraba en la segunda fila del pasillo PB143-PD520 de la biblioteca escolar, un libro empastado en color café, no muy grueso, que tenía en letras doradas el nombre del libro -¡No entiendo por qué no puedo acordarme de nada!-, y la numeración PB134 A52; los nervios me ahogaban literalmente, incurría en una falta de índole moral y legislativa, cosa que nunca había hecho antes, estaba violando el mandamiento de ‘no robarás’, pero ¡qué importaba ya eso!, con lo que tenía en mi poder no podría ser alcanzado nunca por la justa mano de Dios para que me castigara por esa falla, aparte dudo mucho que a Él mismo le importara tanto que alguien cometiera el acto de robar pedazos de papel; así que sudando frío pero a su vez con la mayor naturalidad posible salí por la única salida de la biblioteca -y entrada al mismo tiempo-, por desgracia mi naturalidad no fue mucha y corrí hasta quedarme sin aliento, al llegar a medio patio principal voltee la vista sólo para descubrir lo que ya sabía, nadie me había seguido y esto era completamente natural pues, pese a mi abrupta huída las alarmas de cuando alguien sale con un libro no se activaron.

Recuerdo que ese día algo en mí cambió, por alguna extraña razón todos se veían más felices, el cielo se veía más claro, los sonidos eran más nítidos, los aromas más penetrantes, todo era más intenso para mis sentidos, era como si tuviera sentidos nuevos o como si volviera a nacer, de hecho creo que de alguna forma volví a nacer ese día después de haber tomado las hojas, y sin embargo, aunque así fuera, estaba seguro que ahora nunca me tendría que preocupar por morir, afortunadamente para mí, no se trataba de nada extravagante como ser vampiro y tener que beber sangre de por vida, odiaba la sangre y creo que una vida inmortal de esa manera delimitada a saborearla como único alimento por la eternidad no era nada que resultase atractivo bajo ningún punto de vista, con decir que la sola idea de pensar que el vino donde se remoja la Ostia, para comulgar, es la representación de la sangre de Cristo, me producía una especie de asco y nausea que me llevaba al borde del desmayo; no, la sangre no era nada agradable a la idea de la vida y juventud eternas.

Me fui temprano a mi hogar, quería poner a prueba la veracidad de los documentos que tenía en mano, y como era de esperarse no lo probé de forma inmediata en mí. Disculpen mi descortesía, no he mencionado nada del contenido a mayores rasgos del texto y sin embargo ya ando narrando las pruebas, permítanme enmendar mi error hablando un poco más de lo que hice al llegar a mi hogar para seguir con el orden cronológico del asunto, que los llevará a saber acerca de las cosas mencionadas.

Al llegar a mi casa saqué las hojas de la mochila y las extendí en el escritorio de mi habitación, primero que nada me percaté de que necesitaba ciertos materiales provenientes de la naturaleza, de fácil acceso –la mayoría de los ingredientes- en cualquier mercado con las personas que venden hierbas, plantas y raíces como el romero, jengibre, palo de muerto, y otras tantas que no recuerdo sus nombres, también la receta incluía unas cantidades bastante pequeñas de belladona y tila, en total se trataba de 7 ingredientes <<que no sé por qué me cuestan tanto trabajo recordar>>; pese a mis problemas de memoria tengo que seguir con la historia que nos concierne en estos momentos, no sé cuánto tiempo más tenga, así que trataré de ser breve sin excederme en explicaciones; como iba diciendo, los 7 ingredientes que se habían conseguido de forma relativamente sencilla, habían de ser machacados en un mortero o como decía en el recetario, un molcajete o un metate dependiendo de la cantidad que se quisiera elaborar, eran porciones iguales en volumen las que se debían mezclar, es decir, se trituraba hasta el polvo cada uno de los ingredientes, si el ingrediente era fresco y jugoso, se trituraba parcialmente y después se ponía a secar a la sombra durante el tiempo necesario para que se hiciera polvo y no una pasta extraña, los polvos se combinan en cantidades iguales como ya lo había dicho antes -excepto por la belladona que en altas cantidades podría haberme resultado mortal, de ésta sólo se usaba un tercio de la cantidad normal de cualquiera de los otros ingredientes-, había diversas formas de ingestión, inhalada, disuelta en algún líquido proveniente de un fruto natural, o en pizcas que iban del dedo a la boca; está era la fórmula de la eterna juventud, la cual no podía probar en otra persona que no fuera yo mismo.

Con mi decepción en la prueba de la primera fórmula, no vino el querer dejar que se extinguieran las ganas de probar la otra que era más fácil de poner en práctica con cualquier animal de vida corta. La segunda receta por otra parte, la de la vida eterna, era igualmente sencilla, y los ingredientes de igual manera eran fáciles de conseguir, sin embargo me siento terriblemente apenado por el no poder recordar ninguno de estos, lo único que puedo decir es que a diferencia de la primera receta, el resultado no era polvo, sino un líquido bastante peculiar de color verdoso.

Cuando logré obtener este maravilloso elíxir la alegría no me cabía en el cuerpo, transpiraba alegría por cada poro de mi ser, y embriagado por ésta, me dejé llevar hasta el cansancio, no hice nada más durante horas que admirar el líquido en el envase de vidrio que contenía la más preciable de todas las posesiones materiales que podría existir, hasta que me quedé dormido sin darme cuenta, recuerdo qué soñé, soñé como nunca lo había hecho antes, lo que veía en mis sueños era tan real como si estuviera despierto, sentía, veía, olía, escuchaba, todo de la misma forma que estando en vigilia, hasta llegué a dudar de que estuviera dormido y a decir verdad aún no encuentro nada que me confirme que no era así, excepto la extravagancia del sueño, el encontrarme en mi cama recostado al momento de despertar, y el frasco contenedor del líquido verde roto…

Soñaba, y era el sueño más hermoso que jamás nadie pudiera tener, tengo que admitir que era un sueño doloroso pero lo que al final reflejaba, lo hacia completamente bello; había creado ambas preparaciones y me disponía a probarlas, el elíxir de la juventud me daba la oportunidad de estar tal y como me encontraba en el momento de haberlo tomado, y de eso me di cuenta al romper el contenedor de la poción con la mano por mi excitación, como era de suponerse los vidrios rotos me hirieron la extremidad, pero a diferencia de la suposición anterior que era evidente, el sangrado duró un fragmento de nada en el tiempo; la cicatrización fue completamente inmediata, me di cuenta de las posibilidades que esto significaban, y asumiendo mi capacidad regeneradora de forma veloz, hice lo mismo con mi larga cabellera, la corte al ras, sólo para darme cuenta que poco después de tirar los cabellos, estos ya habían vuelto a crecer hasta donde lo tenía originalmente; me aventé desde un primer piso para ver que daño podía causarme la caída y el daño sólo fue dolor por unos instantes, podía sentir como mis huesos se recuperaban, me corte las muñecas con el agudo filo de una navaja y ni siquiera hubo sangrado, mi regeneración se volvía cada vez más rápida, al parecer nada podía hacerme daño; hice unas pruebas un poco más arriesgadas para confirmar mis sospechas, aguanté mi respiración lo más que pude y mejor me cansé de no respirar, pero yo, incrédulo de poseer tan magnífica capacidad, pensé que se debía a que respiraba sin darme cuenta de que lo hacía, así que metí la cabeza en una bolsa de plástico para seguir obteniendo el mismo resultado, una vez más lo intenté, ahora en una balde de agua ya que la bolsa podía dar pie a que tuviera alguna fuga por la cual pasara el aire, y descubrí lo mismo: no necesitaba respirar para vivir, no ahora, sin embargo sentía un dolor en el pecho producto de la no-respiración, así que decidí volver a hacerlo, total, resultaba más fácil esto que dejarlo de hacer; me pregunté si podría hacer lo mismo con dejar de comer, o de ir al baño, cosa que funcionó con lo primero y con lo segundo más o menos-(es decir, mis intestinos siguieron trabajando con la materia fecal que tenía guardada, al acabarse ésta, también contuve la necesidad que piden los intestinos y los esfínteres-, pues pude aguantar sin comer durante unas semanas, y también de defecar, así que creí cumplir mi cometido, pero el día que volví a comer, también volvieron las ganas de cagar; pensé en un balazo, y lo hice, primero en el pecho y después en la cabeza –tomando el arma de la casa que se encontraba en el despacho, en el segundo cajón del lado izquierdo del escritorio de mi padre-, en ambos casos, la bala a simple vista parecía rebotar, pero no era así, sino que era algo tan rápido que sólo conocía lo que en realidad pasaba porque lo sentía, la bala entraba y más rápido de lo que entraba, mi mismo cuerpo la sacaba y se regeneraba, no puedo negar que el dolor era completamente espantoso, pero la satisfacción que daba el saber que no moriría era aún mayor y por lo tanto estaba dispuesto a tolerarlo. Pensé en la mínima posibilidad de que como lo único que mi cuerpo aceptaba extra era el aire o la comida, por ahí pudiera encontrarse mi perdición, tomé un veneno y su antídoto para ingerirlos y así sacarme de toda duda –obviamente sólo bebí el veneno, el antídoto era como un seguro de vida por si me equivocaba en mi suposición-, y esa experiencia fue la más dolorosa que tuve con mi serie de experimentos, el antídoto fue inútil ya que el dolor junto con la sensación de quemado que se producía en mis entrañas fue tan extremo que caí desmayado, pero antes de quedar inconsciente me acerqué al recipiente del antídoto creyendo que ese momento sería mi fin a menos que lo tomara, sin embargo el dolor fue tal que sucumbí a él con la resignación de mi inminente deceso pensando en el castigo que Dios tendría preparado para mí por querer retar su designio de la muerte.

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