Bienvenido

Hola a todos los lectores fantasmas; anteriormente este blog estaba dedicado a otros fines, pero a sabiendas de que una vez lanzado el proyecto nadie colaboró, y todo se fue llenando de cosas personales, entonces he cambiado la bienvenida. Ahora ago una explícita invitación: a la lectura de mis desgracias literarias, que a uno que otro han gustado y, de igual manera a la colaboración por medio de cometarios sobre las burradas que puedo poner.

Sin más que decir, les deseo que estén bien a todos, y que distribuyan el link si les ha gustado lo que encuentran aquí

martes, 19 de agosto de 2008

Pasiones parte 1

Este texto es un relato de carácter diferente al de los de Sandra y Érica, a pesar de que no he terminado con el anterior, dejo éste para quien lo quiera leer, lo haré en dos partes y después (o antes de acabar) seguiré posteando sobre el otro. Sé que al principio puede tener su tedio, pero juzguen una ves leidas ambas partes. PASIONES Todo lugar tiene su historia, y en un hotel, las historias son tantas como huéspedes se han hospedado. Hace un tiempo, durante un caluroso verano, yo trabajaba en uno –de bellboy- en el centro de la ciudad, y ahí no sólo conocí algunas historias; incluso estuve relacionado en una de ellas… Mi labor era la de ser cubre turnos, empezaba el viernes en la noche y salía el sábado en la tarde. –dos turnos seguidos-, el domingo de en la tarde-noche, y los lunes mañana-tarde. Fue precisamente un viernes el suceso en cuestión, generalmente suelen trabajar dos bellboy por turno, excepto en el de la noche donde sólo es uno. Comúnmente es difícil sacar una buena lana en éste turno, casi no entra gente; como a la 1 de la mañana llegó un señor con acento sudamericano imposible de identificar para mí pues soy muy malo para esto, sin embargo después de subirlo a la habitación 302 –una habitación que da a la calle-, supe que era de Costa Rica, son los únicos clientes prepotentes que te dicen: esa ropa es muy cara, y la maleta es delicada; ustedes los mexicanos son muy mal hechos. Que después te dan un peso –literalmente hablando- de propina, y sienten que han dado una millonada. Al poco tiempo de subirlo, “el Tico” habló a la recepción para pedir que alguien fuera al 7/11; subí a la habitación a recoger el dinero para comprar sus cosas, al llegar al lobby, vi que entraba una mujer de aproximadamente unos 35 años, muy guapa, llevaba un vestido de noche color negro, con el escote a punto de infarto, el cabello suelto y bien planchado, los ojos eran cristales verdes que transportaban al que los mirara a la tierra del ensueño y la fantasía; estaba maquillada sutilmente, una sencilla gargantilla dorada adornaba su cuello (que parecía ser alguna aleación con oro), las arracadas también eran sencillos aros no muy gruesos que podía juzgar eran juego del objeto en su cuello. La representación física de la belleza entraba por la puerta esta noche; decidí posponer el encargo del 302 y llevar a la mujer a su habitación -314-, le mostré todo, comprobé el estado del cuarto y recibí una propina de 20 pesos, junto con una mirada lasciva. Agradecí y fui “volando” a comparar las cosas, para que al regresar mi propina fueran 50 centavos -vaya mentada de madre-, un regaño por la demora, y una amenaza por parte del tipo acerca de reportarme con el encargado del hotel al día siguiente. Tan fuerte gritaba el tipo que la mujer del 314 -a dos puertas del 302- salió a defenderme, no sabía qué hacer, por un lado me sentía enfadado con el extranjero, por otro embelesado con la dama, y al mismo tiempo me preocupaba que los demás huéspedes despertaran por el escándalo. Tratando de prevenir las quejas de los demás, les pedí que se pusieran a discutir dentro de una habitación, entraron a la de él, por fuera yo estaba escuchando lo que decían: él se quejaba de mi incompetencia, de los mexicanos en general, de lo flojos que somos, de lo gastadores, tiraba tanta mierda como podía, alternando lo general y lo particular – o sea yo-, mientras que ella cada vez que él decía algo contra mí sacaba las uñas y lo criticaba, cuando lo decía a todos –general-, ella respondía refiriéndose a todos los Costarricenses; estoy seguro de que poco faltaba para que se golpearan o tuviéramos que llamar a la policía para imponer control, pero no lo pude comprobar, el teléfono del pasillo comenzó a escucharse y eso quería decir que me necesitaban en la recepción. Seguro que hoy no era mi día, sólo dos huéspedes había subido y uno de ellos era un maldito avaro. El infeliz del 302, era una de las personas más petulantes que había conocido, pero no había mucho que pudiera hacer, la política del hotel era similar a la de un restaurante “el cliente siempre tiene la razón”. Mi molestia prácticamente desapareció unos instantes después ya que la chica del 314 mandó pedir que subiera, al llegar me solicitó -con una mirada insinuante y un tono de voz seductor- que le prestara una navaja para poder quitar los broches de seguridad que ponen en el aeropuerto a las maletas, bajé y subí lo más rápido que pude, se la di; me le quedaba viendo casi babeando, por su belleza, ella sólo me sonreía, de hecho, por andar distrayéndose conmigo, se cortó, dejó escapar un delicioso gemido, le ofrecí mi ayuda pero se negó, a punto estuve de insinuármele si no hubiera escuchado el teléfono sonar nuevamente. Castro (el señor de la recepción) me estaba regañando por segunda vez en el día debido a lo mismo: tardarme en las habitaciones. Mi puesto de trabajo era en el lobby, fungía de guardia de seguridad y bellboy. La noche estaba muerta, no había movimiento, así que decidí hacer mi ronda nocturna para “checar” que todo estuviera bien en el hotel, empecé por el 6° piso, y piso por piso verificaba las puertas, o revisaba basura, recogía los periódicos… al llegar al 3° pasé por la habitación 302, “el Tico” estaba cogiendo, no recordaba que entrara con alguien, y sólo había checado la habitación para una persona, en mi memoria no había la entrada de ninguna prostituta o mujer alguna al hotel después de ellos dos –la belleza encarnada y él-; y así era, reconocí al instante un gemido que se escapó de la habitación… era ella; el cabrón se estaba tirando a la preciosura del 314, lo envidié, lo odié, maldito hijo de puta, mísero avaro suertudo; el coraje se unió con el calor y me sangró la nariz, antes de mancharme tomé un trozo de papel de baño que llevaba en el bolsillo del chaquetín y me puse un tapón en la fosa izquierda, seguí mi recorrido llegué a la recepción, aún maldiciendo entre dientes, me quité el trozo de papel y me mojé la cara en el baño, ubicado atrás del “palomar” -así le llamamos al lugar donde guardan las llaves-. Un rato después me escabullí del recepcionista, y volví a ir al piso 3, si no podía hacer mía a la vieja, al menos escucharía como era poseída; la puerta del 302 estaba entreabierta, emparejada, la actividad había acabado, (maldije para mis adentros), me acerqué a la 314, la puerta también estaba emparejada, toqué; no hubo respuesta, levemente escuchaba la regadera, ella se estaba bañando, me adentré un poco, quería verla, pero la puerta del baño estaba cerrada, y el intentar forzar la puerta era demasiado arriesgado, me hubiera ocasionado problemas extra, eché un pequeño vistazo, su ropa se encontraba en la cama, también su gargantilla, justo a lado de sus seductoras bragas negras, semitranslúcidas, vi las maletas abiertas a un costado del ropero, dudé en tomarlas, no obtuve todo lo que quería, talvez en otra ocasión. Llevaba demasiado tiempo sin aparecer en la recepción, así que decidí marcharme, no quería un tercer regaño.

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