Bienvenido

Hola a todos los lectores fantasmas; anteriormente este blog estaba dedicado a otros fines, pero a sabiendas de que una vez lanzado el proyecto nadie colaboró, y todo se fue llenando de cosas personales, entonces he cambiado la bienvenida. Ahora ago una explícita invitación: a la lectura de mis desgracias literarias, que a uno que otro han gustado y, de igual manera a la colaboración por medio de cometarios sobre las burradas que puedo poner.

Sin más que decir, les deseo que estén bien a todos, y que distribuyan el link si les ha gustado lo que encuentran aquí

sábado, 23 de agosto de 2008

Pasiones parte 2

Las horas pasaron, hice un par de recorridos rutinarios más, saqué basuras, tiré las cenizas de los ceniceros, salí a la entrada, tallé la banqueta, rocié aromatizante en el lobby, en fin, todo lo que tenía que hacer, la aburrida rutina de siempre, únicamente observado por las fotos del Centro histórico a mediados de siglo o antes, incluso me dio tiempo de dormir un poco, hasta las 6.30 de la mañana. Me despertó mi compañero al llegar, no aguantaba el sueño, y aún me faltaban 8 horas para salir de mi turno, estaba muerto. Siempre era así, afortunadamente habiendo actividad el sueño desaparecía, alrededor de las 7.30 llegaba alguien para encargarse de los desayunos, nos pedía ayuda para ir por las cosas al otro hotel -propiedad del mismo dueño, por eso podían guarda las cosas de aquí, allá-. Después todo mejoraba, la actividad era más fluida, había más entradas, y por lo tanto más propinas. El modo de trabajar al haber otro bellboy cambiaba un poco, nos tocaba uno y uno -huéspedes-. Como a las 10 de la mañana alguno de los dos iba por algo de desayunar y comíamos en “la covacha”, el lugar donde llegábamos a cambiarnos y guardábamos nuestras cosas, esta vez le tocaba a mi compañero el ir, saqué de mi chaquetín dinero para que fuera a comprar unos ricos tacos de guisado, al darle el dinero me comentó sobre la limpieza de mi uniforme, y que me lo cambiara porque si no me podría regañar la ayudante del gerente; me preguntó si era sangre y en dónde me había manchado. No me había percatado… rememoré el enojo, el calor, la nariz. Eso me recordó lo de la noche y madrugada recién acontecida, y comencé a contarle lo que había pasado, (claro está que omitiendo algunos detalles). Me sugirió tener cuidado en involucrarme con alguna huésped porque había chismosos ahí que me podrían acusar, y que me acostumbrara a los ticos pues así eran todos los que él conocía. Después de eso se fue, pues ambos teníamos hambre, y yo me cambié el uniforme.

Así pasaron las horas, a la 1 p.m. salió la zorra del 314, me quedé embobado -nuevamente- al verla, pero sentía algo diferente en ella, aunque no podía saber qué era; la de recepción me pidió que fuera a ver al de la 302 y le preguntara si se quedaría puesto que la hora del check out estaba muy próxima, subí a toda prisa para poder ver a la provocadora mujer una vez más, toqué la puerta, estaba emparejada y se abrió.

Al asomarme estuve a punto de vomitar en ese momento, en la cama estaba degollado “el Tico” con mi navaja -la misma que le había prestado a ella-, la sangre había sido absorbida por el colchón, las cobijas, y la alfombra, el aroma era demasiado, corrí al baño del cuarto para dejar ir mis tacos por el desagüe pues no aguanté más, el calor de la habitación en estos días había hecho que el cuerpo apestara por la putrefacción; ahí estaba la gargantilla, eso era lo que le faltaba, tomé el teléfono del pasillo y me comuniqué a recepción, les pedí que detuvieran a la lasciva mujer pues después sería tarde, y llamaran a la policía. La detuvieron justo antes de entrar a un taxi, entre gritos y amenazas profesadas por lo que estaban haciéndole.

Ellos llegaron e hicieron las preguntas de rutina, aunque no hubo mucho que pudieran preguntar, todo era obvio, les comenté lo que había pasado: que habían discutido casi a punto de matarse, que yo le había prestado a ella mi navaja para que abriera sus maletas, que no me la había regresado, que la había escuchado estar en la habitación 302 después de mucho tiempo de haber discutido, estaba gimiendo, pero podría ser que no gimiera de placer sino por el esfuerzo para someterlo y después asesinarlo; los demás huéspedes cercanos a las habitaciones de ellos dos -“el Tico” y la belleza encarnada-, confirmaron lo de la discusión y otros más cercanos lo de los gemidos.

No sé qué pasó después, por algún motivo no me sentí a gusto trabajando ahí, ese mismo día renuncié, entregué mis cosas y unos días después fui por mi finiquito. Llegué a casa, le conté a mi madre todo lo que había pasado, y comprendió el porqué me salí; en la tarde poco antes de dormirme me puse a escribir en mi diario, donde tengo otras historias del hotel, lo que había pasado:

Querido diario, lo volví a hacer, esta vez fue un tico, el maldito era un avaro y me bajó la vieja a la que le estaba echando el ojo, sin embargo ambos tuvieron lo que se merecían. Como a la una de la mañana llegaron los dos, uno después del otro, fui a comprar unas cosas y ‘el Tico’ se puso a ofenderme, ése fue el primer error del muy estúpido, ella me defendía, y por eso me gustó, después discutieron, bajé a recepción, volví a subir en uno de los rondes nocturnos; estaban cogiendo, ése fue el segundo error de él y el primero de ella, tuve que bajar para que no se dieran cuenta de nada, en la tercera ocasión que subí, ella se estaba bañando, entré a su cuarto, tomé la navaja que le había prestado, tomé su gargantilla -protegiéndome las manos para no dejar huellas claro está-, entré a la habitación de él, estaba dormido, supongo que ni cuenta se dio de lo que le pasó, fui certero nuevamente, la práctica te hace hacer las cosas cada vez mejor, dejé mi navaja ahí, y la pieza de joyería también. Casi me descubre un amigo, encontró sangre en mi chaquetín, pero le dije que era mía, me piqué la nariz hasta conseguirlo para que el de recepción de la madrugada, viera que había sangrado por si acaso necesitaba una coartada, a demás de que así conseguí las llaves para abrir las habitaciones, pues los repuestos están cerca del baño para empleados, tras la recepción. ¿Sabes querido diario? Debo de controlarme más, esta vez lo intenté, pero ningún hijo de puta como ese cabrón me va a tratar de esa manera, y ninguna puta como ella me coquetea en vano, al menos esta vez, sólo maté a uno, la última hice que pareciera que ‘él’ fuera asesinado por ‘ella’ y ésta se suicidara…”

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